NIÑOS
Cuando yo era pequeño, pensaba que podía correr más rápido que un carro o una motocicleta. Que podía construir cualquier cosa, que podía dibujar obras de arte tan perfectas que no se comparaban con nada. Creía que lo mejor del mundo lo iba a ver al crecer, que el mundo de los grandes era muy emocionante y difícil, pero que lo podía conquistar. De pequeño podía tocar el cielo, hacer que las cosas cambiaran, que todo lo que estaba a mi alrededor fuera una bella historia, podía, con facilidad, hacerme de amigos y hablar con cualquier persona sin discriminarla (bueno a cierta edad, solo discriminé a las niñas, de 9 años más o menos, jeje) podía soñar en ser una gran persona, en ser alguien que iba a hacer que el mundo se moviera. Todo lo creía, sabía que todo lo que mis papás me decían era cierto. Todo lo juzgaba, aprendía cada vez algo diferente. Todo lo podía, no había cosas difíciles para mi, y las cosas imposibles eran las que ya había intentado muchas veces sin éxito, y de plano donde mis papás o un adulto terminaba ayudándome. Pero al crecer empiezan los límites, dejamos de soñar, dejamos de creer en nosotros mismos. Nos damos cuenta que las cosas no son como las soñamos, que no podemos hacer muchas cosas, crecen nuestros topes, los que nosotros mismos levantamos, ese gran límite se llama “YO”, empezamos a discriminar, a criticar a ser incrédulos, a creernos más que todos, a pensar que no podemos llegar a realizar nada, ¡Qué tontos nos volvemos! Ahora entiendo algo, cuando Jesús dijo: “En verdad les digo: El que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Marcos 10:15) No se refería solo a creer como niños, sino a soñar como niños a vivir como niños sin preocupaciones porque sabemos que alguien nos cuida, a ser tolerantes, a ser amigables, a ser mejores personas cada vez. Cuando veo mis fotos de años atrás quisiera volver a ser niño, cuando miro la realidad de mi país, le pido a Dios que me haga como NIÑO.
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