¡Volví!
Fueron las primeras palabras que
pronunció el hijo al estar de vuelta en casa. Con lágrimas en sus ojos bien cerrados y
las manos apoyadas en la puerta de madera en medio del cerco de alambre
espigado que un día fue seguridad para que él no saliera de la protección de su
padre.
No fue difícil irse, no fue
difícil pedirle a su padre que no quería que se metiera en sus asuntos ¡es tan
fácil guiarse por lo que uno siente en el momento! por lo que uno quiere,
aunque no sea lo mejor. Recordaba con mucha pena y dolor la cara de desconsuelo
de aquel viejo de pelo blanco despeinado al levantar sus manos ásperas de tanto
trabajar la tierra para darle el dinero que él tanto anhelaba tener para mal
gastarlo con sus amigos. No pudo dejar de sentir rabia hacia el mismo al tener
el recuerdo tan vívido de su “querido padre” queriendo abrazarlo para
despedirse. Abrazo que rechazó por la misma prisa que tenía de salir a esa
libertad que se había ganado al pedir su herencia, libertad que le permitía
hacer lo que quería sin darle cuentas a nadie. “Deseo que estés bien, cuídate
por favor” le dijo en un susurro apagado por el desprecio del muchacho, y menos
audible aún dijo con un nudo en la garganta: “Te amo hijo” y lo volvió a
repetir “te amo” para su interior.
Papá tenía que salir a trabajar
todos los días para poder darme todo lo que necesitaba, pero aun así estaba al
tanto de todo lo que me pasaba. Algunas veces me caí y me golpeé -se repetía en
su mente el joven aún sin tener el valor de dar un paso adentro de la casa-
Abrió sus ojos y vio el viejo tronco donde un día cayó y aunque le golpeó, papá
llegó a auxiliarlo, lo abrazó, le explicó que muchas veces más volvería a caer,
a golpearse; posiblemente le dolería mucho más que esta vez, pero que debía de
levantarse como campeón que era, debía de sacudirse el polvo y aunque las
lágrimas vinieran por el dolor, debía de volver a ser feliz, que nada lo
detuviera.
Bajando la mirada vio su ropa
sucia, sus zapatos rotos, cosa que cuando vivía allí adentro jamás había
pasado, pues siempre se le daba todo lo que necesitaba, siempre se cuidaba de
él, en realidad fue eso lo que lo hizo volver. ¡Volví! Fue lo primero que dijo,
no por orgullo o con altanería, sino porque el camino de regreso había sido más
difícil que vivir todas las cosas malas que experimentó. Caminar ese largo
trayecto desde otra ciudad lejana con la angustia de no saber si lo recibirían,
es que, en su viaje tan largo fuera, se le olvidó cómo era su padre. Muchas
veces se detuvo en el camino, se arrepintió y trató de ir a otro lado, pero
sabía que no había mejor lugar que casa. Algunas otras veces lo detuvieron,
preguntándole si en realidad él era el hijo de aquel gran Señor respetado, si
era el hijo que creían que había muerto. Algunos le decían que regresara, que
su papá aún vivía y estaría feliz de verlo, otros, que tal vez eran la mayoría,
lo señalaban por ser mal hijo, murmuraban entre ellos de lo que había hecho y
de lo mal que se veía o ni siquiera lo volteaban a ver. “Sufrí más en viaje de
regreso por el juicio de la gente, que por todo el daño que tuve en mi interior
por mis propias malas decisiones” se dijo antes de respirar profundo y
limpiarse por última vez las lágrimas, estaba listo para enfrentar a su padre y
pedir perdón.
Lentamente quitó una cadena que
cerraba la puerta, el tiempo pareció detenerse en esos instantes, todo pasaba
tan despacio que le tuvo tiempo de volver a pensar en qué diría, en cómo se
comportaría. Cuando al fin abrió la puerta, el perro empezó a ladrar, lo que
hizo que el anciano, sentado a la entrada de la casa con la mirada perdida y su
mano deteniendo su cabeza con unos pocos cabellos despeinados, se enderezara
para ver lo que con tanta emoción había estado esperando… si, es su hijo,
porque el que pidió al cielo cada noche que volviera.
El regreso a casa es duro y
complicado, pero regresar es la mejor manera de darte cuenta que estás vivo y
que jamás debiste irte. No serás juzgado ni cuestionado, serás recibido con un
amor incomprensible y en menos de lo que piensas, las cosas serán mejor que
antes. El camino es muy difícil y la gente saldrá a tu encuentro a hacerte más
daño posiblemente, pero regresa, el Padre te espera.
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