De la frialdad del mundo y otras realidades
Se levantó temprano,
creyendo que sería un día normal, abrió los ojos, acto seguido,
tomó el celular y abrió el Facebook, nada le indicaba que ese sería
un día que marcaría su vida. Siguió con la rutina normal de:
bañarse, desayunar y alistarse para salir a trabajar. Al llegar a la
oficina, la sorpresa fue que ya no lo dejaron entrar; la empresa
llevaba meses de no pagar la renta y ya no les permitieron seguir. Un
poco de aflicción lo invadió, pero sabía que todo iba a estar
bien, tenía un Dios que cuidaba de él. El tiempo, implacable como
siempre, siguió adelante como locomotora sin frenos. Las cuentas
seguían su rumbo y los bancos y las instituciones no pueden
comprender el “No estoy trabajando” porque el “DEBE de pagar”
es lo que este mundo inclemente empuja a tener de premisa como consecuencia del consumo. Los meses
pasaban y sumido en deudas oraba a Dios, a un Señor que parecía
ausente, que no respondía. El tenía la fe suficiente que se haría
un milagro en algún momento, así que oró, ayunó, declaró y la
respuesta que esperaba no llegó. Pero llegó una pregunta de parte
de Dios: ¿Me buscarías con tal intensidad como lo estás haciendo
ahora, aún si no te contestara? Pronto entendió que la respuesta
había llegado desde que clamó la primera vez, tal vez no la
respuesta que esperaba, pero si la respuesta que necesitaba. No había dinero para pagar deudas, no había un plato de comida todos los días,
habían más problemas que soluciones, pero también había una mano
que estaba entrenándolo todos los días para ver con sus ojos lo que
este mundo frío es y vivir en carne propia que la misericordia solo
viene de arriba. Sigue sin estabilizarse, sigue sufriendo en silencio. A los
que consideraba amigos no aparecen (aunque siempre hay algunos que
están dispuesto a bendecirlo) y los hermanos de la iglesia menos.
Pero sigue confiando en Dios, contento con cada situación, con cada
pedazo de pan que puede llevarse a la boca, sabe que todo este proceso es
necesario, porque ha leído: “No vivan preocupados por
tener más dinero. Estén contentos con lo que tienen, porque Dios ha
dicho en la Biblia: “Nunca te dejaré desamparado” ” Hebreos 13:5 BLA. No hay
tiempo para lamentos, para quejas, sabe que tiene que seguir el
camino, que levantarse no es opción.
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