Los Audífonos y la fe


Hay ocasiones muy incómodas en las que, uno preferiría no estar escuchando ciertas “pláticas” porque no son de nuestra incumbencia o porque las personas que interactúan están molestas o algo así. En esas ocasiones no gratasquisiéramos estar en otro lugar o taparnos los oídos para no escuchar lo que se dicen, por ejemplo: vamos en un vehículo con una pareja de esposos que son nuestros amigos, salimos de una reunión donde estuvimos muy alegres y nos la pasamos muy bien, pero hubo algo entre ellos que les molestó, de repente ella empieza a reprocharle actitudes que tuvo que no estuvieron a la altura, y él, con el orgullo de hombre a flor de piel, no acepta nada de lo que le dice, de pronto las palabras suben de tono y empiezan a salir algunos problemas y actitudes del pasado, diciéndose cosas como: “es que siempre querés tener la razón, pero no te das cuenta lo que hacés, Te vas sobre la razón, y mírame bien ¡ojalá que no vayás corriendo a poner queja con tu mamá como siempre lo hacés!” y uno, en el sillón de atrás escuchando todo, sin poder hacer nada. La verdad uno quisiera desaparecer, porque no es tu pelea, pero te incluyeron, no puedes opinar, pero lo sabes todo... un poco incómodo ¿no?

Yo le agradezco a Dios que me ha dado la capacidad de poder desconectarme de mi entorno y no percatarme del ruido a mí alrededor en algunas ocasiones. Me concentro en algo que estoy haciendo y por alguna buena razón, no escucho a las personas que están cerca de mí, ni aunque me estén llamando por mi nombre. Pero hay ciertas ocasiones en que la verdad no puedo, hay tanta bulla o tantas distracciones que recurro a ese par de maravillosos inventos llamados: audífonos. Aunque al principio, los mismos fueron perfeccionándose durante siglos para ayudar a las personas que no escuchaban bien, hoy en día los usamos para poder “disfrutar” de música o cualquier sonido de nuestra preferencia sin molestar a las personas que tenemos a nuestro alrededor porque no emite ningún sonido estridente. Pareciera ser que con los audífonos puestos nos transportamos a un lugar más amigable, más familiar, donde estamos escuchando lo que queremos y estamos en el lugar que deseamos, el tiempo pasa de una manera menos estresante, parece ser que la gente no nos molesta en lo absoluto, es más, hasta le prestamos más atención a nuestras capacidades y lo que debemos hacer. Podemos ir caminando o manejando, escribiendo o hasta leyendo pero enfocados en lo que estamos haciendo, sin ninguna distracción podemos llegar conseguir lo que queremos. Es un momento de soledad en medio de gente que no conocemos que necesitamos para poder avanzar sin distracciones. Leyendo a Abraham, el padre de la fe, encontré que su fe actuó de la misma en el manera que los audífonos mí. Veamos un poco algunos hechos que encuentro relevantes de esta historia descrita en Génesis 18:

  •  Abraham era ya un anciano, me imagino que era uno de esos abuelitos buena gente, que le gusta tratar bien a los demás, su esposa también era anciana, tal vez un poco testaruda, de esas señoras que se enojan fácilmente.
  • Siendo una pereja de avanzada edad, que en toda su vida no había tenido hijos, tenían casi todas las esperanzas perdidas de que pudieran volverse padres, era ya imposible humanamente, porque Sara incluso ya había dejado de mestruar, su tiempo de fertilidad había pasado.
Lo relevante de estas características es que: ¡No eran personas con súper poderes!, eran normales, como cualquiera de nosotros.

Cuando Dios le habló a Abraham y le dijo “El año próximo volveré a visitarte, y para entonces tu esposa Sara tendrá un hijo” (La Biblia Dios Habla Hoy), él simplemente cerró las puertas a lo que su razón y las circunstancias podían decir, es más, ni escuchó que su esposa Sara se había reído cuando escuchó eso, es como que él, desde ese día, le hayan puesto unos audífonos y dejó de escuchar su entorno, sabía lo que tenía que hacer (porque el hijo no sería obra del Espíritu Santo, él tenía que hacer lo que le correspondía también) y no dudó de los resultados, estaba enfocado, estaba viviendo ya en aquél lugar donde Dios le prometió que iba a estar. En cambio Sara, ella escuchó toda la plática y vio a su alrededor todas las situaciones que le decían: ¡Imposible!, pero ella no actuó de mala manera, de hecho, ella actuó normalmente, era Abraham el sobrenatural, de alguna manera y enfocado en la promesa, él estaba seguro que en realidad, en un año el sería papá.

No quiero hablar mucho de la historia, pues es una de las más conocidas en la iglesia, sino de la actitud. Muchas veces nosotros nos comportamos como Sara, tal vez no muchas veces, sino la mayoría de veces. Vivimos para ver algo, vivimos para ver el milagro de Dios en nuestras vidas, buscamos a Dios para encontrar su favor, no para encontrarlo a Él. Somos muy materialistas y para nosotros la respuesta de Dios es cuando vemos las cosas hechas, eso es normal, es muy humano, de ahí el dicho: “hasta no ver… No creer” Pero en realidad nuestra fe debería de ser como la de Abraham, eso todos lo sabemos, pero ¡no lo hacemos!, su fórmula es muy sencilla: creyó.

Un día me llamó mi sobrinita que actualmente tiene 3 años, me dijo que el sábado iría a mi casa y yo le prometí “Cuando llegués, vamos a jugar plasticina” y ella se emocionó y le dijo a su mamá lo que yo le había dicho. Ese sábado ella no llegó, no pudieron llevarla, pero si lo hizo dos sábados después y cuando me vió me dijo con su tierna vocecita: “¿jugamos plasticina?” Es por eso que Jesús dijo que debemos de ser como niños para poder entrar al reino de los cielos (Mateo 18:3… ¿ya notaron que está en el capítulo 18 también esta enseñanza de fe, como la de Abraham?) por lo sencillo que ellos son, prométele algo a un niño y él sabe que va a pasar, ¿cuándo? Algún día, pero pasará. En cambio nosotros de mayores nos complicamos y empezamos a razonar y ver variables y probabilidades y nos amargamos. Medimos las cosas con días buenos y nos guiamos por puertas abiertas o cerradas, pedimos señales y sentir el toque del Espíritu Santo para asegurarnos que Dios no nos ha dejado. Ni mi sobrinita ni Abraham pidieron ninguna prueba, solo creyeron, se enfocaron en que verían en resultado, dejaron de ver el ambiente, el entorno y todo lo demás y simplemente vieron las cosas como ya hechas, empezaron a disfrutar ya del hecho aunque no era el momento aún. Deberíamos de tratar de vivir así alguna vez, de dejar de pensar tanto como adulto y ser más sencillos, nos complicamos tanto, cuando en realidad la fe es muy sencilla, difícil, pero sencilla, para Abraham era muy difícil asimilar que él podría llegar a ser padre, tal vez no lo entendió pero creyó, no importando que todo estuviera en su contra. Mi sobrinita no puede ir sola a mi casa para hacer que las cosas sucedan, tiene que esperar a que la lleven y que yo esté ahí, pero sabía que pasaría. Dios te ha prometido cosas, van a pasar, no sabes ni cuándo ni cómo, pero pasarán, tu único trabajo es creer, aunque las señales sean adversas.

Mientras escribía esto tenía mis audífonos puestos, estoy en una biblioteca pública y hay mucha gente a mi alrededor, pero estaba enfocado en terminar de escribirlo y poder compartirte esto que aprendí hace poco, sabía que iba a terminarlo. Así quiero que actúe mi fe, que pueda vivir como si ya fue hecho todo sin ver ni escuchar la bulla que me rodea.

Comentarios

Entradas populares