ESAS COSAS QUE NO PODEMOS SOLUCIONAR…

¿Has sentido la impotencia de ver o tener un problema y saber que no está en tus manos solucionarlo? Esos problemas son los que nos quitan el sueño, aquellos que nos afligen en sobre manera porque sabemos que está el problema, queremos solucionarlo y no sabemos cómo.

 La forma en que reaccionamos no siempre es la mejor, ya que lo primero que pensamos es: ¡me gustaría regresar el tiempo y nunca haber tomado esa decisión! O si es problema de enfermedad: Me gustaría inventarme una cura para esta enfermedad, pero lamentablemente ninguno de los dos pensamientos está en nuestras manos el llevarlo a cabo ( a menos que seas Marty McFly de Volver al Futuro o un científico especializado en quimica) Nos sentimos totalmente impotentes, con ganas de nada, se nos quita el sueño, nos cambia el carácter (lo que a veces hace huir a nuestras amistades), nuestra cabeza no deja de pensar en ese problema, se vuelve nuestro pesamiento más recurrente.

Llega un momento en el que sabemos que debemos de buscarle una solución y en este momento sale la persona que en verdad somos; algunos piensan en el suicidio, otros un poco menos fatalistas piensan en una manera “fácil” de conseguir lo que necesitan, otros piensan en dar lo mejor de ellos para poder avanzar y otros en el peor de los casos piensan en que el deben de alimentar algún vicio que eso los distrae (¡buenísima solución eh!)

“Los problemas sacan lo mejor o lo peor de nostros” me dijo alguien una vez. Es bueno escuchar a personas, entonces, según cómo te hayan inculcado los valores, creemos que buscar consejo es un buen inicio, lo cual es ciertísimo, siempre y cuando la persona que nos aconseja sea la persona indicada. Pero a veces recurrimos a personas que nos van a aconsejar mal, que en lugar de hacernos sentir bien, nos harán más daño y nos sentiremos más y más hundidos. Por el otro lado hay personas que se aíslan, que no quieren salir y preguntarle a nadie de qué pueden hacer, solo se meten entre su caparazón donde se sienten seguros y ahí esperan que la tormenta pase, tal vez pase, pero lo más probable es que te deje enterrado unos cuantos metros bajo tierra.

 Pasan los días y en un buen arranque de sinceridad, se alinean con sus ideas y sus fuerzas y empiezas a hacer algo, empiezas a caminar donde crees que deben de caminar y lo haces de una manera decidida… lo más seguro es que se sientas qué están avanzando, hasta que te das cuenta que no avanzaste mucho, que las cosas regresan a donde empezó el problema: no está en mis manos. Hasta ahí, en este momento, ya cuando estamos hasta el fondo miramos hacia arriba y nos damos cuenta que si no está en nuestras manos solucionarlo, ¿En qué otras manos podría estar? Claro ¡en las manos de aquel que nos creó! Pudiste haberte evitado muchas noches de sueño y mucha adrenalina gastada por la paranoia del “ahora que voy a hacer” y saber que: tienes que hacer lo que esté en tus manos hacer, correr hasta donde tus fuerzas te den para seguir adelante, porque el resto del camino Dios te cargará. En la Biblia dice “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2ª. Cor. 12:9) entonces si tu vida es de El, El es tu señor y verá por tu vida cada vez que ya no puedas caminar, cada vez que ya no puedas ni siquiera levantar la cabeza y te llevará a un lugar mejor en brazos si es necesario, porque El conoce tu debilidad y sabe que te hace falta para tener una vida plena. No llores más, limpia tus lágrimas que posiblemente éstas no te dejen ver claramente para adelante, levanta tu cabeza y tu humilla tu corazón, que Dios siempre ha estado parado a tu lado esperando que al fin dejes que Él te lleve de regreso a casa, porque es ahí donde necesitas más fuerza, donde necesitas más amor. Nunca estuviste solo, el problema fue que nunca lo quisiste ver. Podrías decir: ¡Siempre es fácil decirlo! pero lo que no sabes es que ahora te estoy escribiendo desde el fondo, porque he visto ahora que he limpiado mis lágrimas que Dios me está levantando para llevarme de regreso, sanarme y darle una solución a mi problema, me quiere enseñar a saber que mi tiempo no es SU tiempo, que las cosas se solucionan en el mejor momento, que en esta vida hay sufrimiento pero que en sus alas estaré seguro (Salmo 91). Te lo digo hoy que dejo mis fuerzas y me abandono en sus brazos, porque ya no pude más.

Comentarios

Entradas populares