CUANDO ESTAS EN EL CAMPO DE BATALLA...

De pie en el campo de batalla te diste cuenta que el enemigo es más grande, más difícil y más numeroso de lo que creías. Escuchas un ruido como el muchos carros aproximándose a toda prisa directo a donde estás. Tu cuerpo suda y el corazón se aflige. Sientes un poco de desesperación porque oyes como cada vez más, al otro lado de la valle, se aproxima tu enemigo, le conoces. Es fuerte como ejercito, y hábil como un estratega. Tratas de buscar ayuda y miras a tu alrededor, gran sorpresa! Aquellos que dijeron que nunca te abandonarían no están. Hasta aquel que un día te enseñó a que debías de estar siempre firme y en confiar que allí estaría a tu lado, se ha ido. Te llena de tristeza recordar las palabras que te decía, es que le gustaba demasiado decir frases de mucho contenido pero poco respaldo. Y es que en las batallas se prueban los que tienen retórica y los que te tienen convicción, y se separan los verdaderos de los falsos. Te has afligido de más. una sola palabra pasa por tu mente: ¡Traición! Tranquilo, no te han traicionado, simplemente se han ido de tu lado aquellos que no estaban listos para pelear contigo, no es algo que te sorprenda mucho, porque a veces el enemigo duerme en casa. Esto puede calmar un poco tu corazón, ya que necesitas concentrar tus energías en pelear con lo que tienes delante.
Tu ejercito es mermado, no tienes a todos aquellos que se fueron cuando los necesitabas, pero quedaron aquellos que necesitas. Cierras tus ojos en un acto desesperado de sentirte fuerte y recuerdas que ahora que eres débil, aquél que te envió puede hacer más por tu vida que antes que te mantenías de pie por tu propia fuerza. Pero sientes que los refuerzos jamás llegarán, no entiendes las palabras que tu Señor te escribió antes de mandarte a enfrentar a tu enemigo, parece confuso, porque te sientes solo, a pesar de tener a algunos cerca, sientes que no podrás obtener el resultado que esperabas.
Antes de abrir los ojos, pareciera que todo al rededor se ha ido, un silencio total, un silencio no como el que antecede una tormenta, sino un viento apacible que te refresca. Solo trae una frase a la mente: “ Ve con esta tu fuerza...” abre tus ojos con confianza, empuña tu espada con decisión y recuerda la otra parte de la frase que hasta ahora te había tenido de pie: ¿Qué, no te he enviado Yo?
Todavía no tiene sentido, porque no sientes a aquel que te envió, no sientes su respaldo, pero empuña tu arma. Ahí enfrente está tu enemigo, lo que tienes que vencer, vuelve el ruido, son más de los que si quiera imaginaste. Pero empieza a correr, corre con toda tu fuerza, no voltees a ver a los lados, porque posiblemente te dolería ver que algunos de aquellos que aún estaban a tu lado, se han quedado, unos porque no creen y otros porque no pueden. No vas solo, pero ahora son menos, pero Oye! El ruido de los carros es mayor al que recuerdas haber escuchado y no viene del enemigo, viene exactamente de tu lado. Es que cuando decidiste correr al encuentro de tu enemigo, te percataste que esperando tu orden estaba el ejercito que te daría la victoria, más numeroso y mejor preparado que el que está enfrente. No pasó cuando quisiste, pasó cuando debió ser. Y no pasó porque fuiste fuerte, sino porque le creíste al que te envió. Posiblemente delante de ti se maquine una gran guerra para destruirte, pero a tu lado se orquesta una ofensiva impresionante para darte la victoria.

Comentarios

Karla Rodriguez dijo…
Que lindo gracias por compartir esto, la verdad es que tenes razon, pero aun estando tan lejos no me siento sola, hay amigos que siempre estan ahi dando ayuda y peliando la batalla. Gracias vos! Karla Rodriguez
Ana Gabriela dijo…
Interesante y profundo punto de vista... creí que era fatalista, pero me gustó mucho el desenlace, estoy completamente de acuerdo.

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